• Siempre pensando en Arquitectura

    En memoria... Arq. Julio Sánchez Juárez y Lechuga


    El pasado 23 de Febrero del presenta año se cumplió un año más de la lamentable  pérdida de uno de los arquitectos reconocidos a nivel nacional por su compromiso con la enseñanza de la arquitectura.


    Es por este motivo que me dí a la tarea de recolectar algunos fragmentos relacionados con la forma de pensar y algunas enseñanzas del Mtro. Julio, así como también fotografías tomadas recientemente de su obra (Casa Central de las Hermanas de Santa Teresa de Lisieux; con el  fin de compartir con ustedes estas aportaciones....



    ¡Que importante es el hábitat! Uno de los grandes maestros decía que los arquitectos no hacemos para los hombres adornos o envolturas, no; hacemos al hombre y a sus extensiones, que son parte de su vida. Cuando uno crea los espacios habitables, vivibles, debes meter la luz del sol y el  aire, y manejar los materiales, los ambientes y las proporciones. Para pensar la casa se debe tener tiempo; tú te vas a dar a ellos, los habitantes, y la casa se va a dar a ellos cuando la vivan, cuando estén en la terraza con las plantas, con el ambiente y con todo lo que hay. La casa se goza en tu recámara, en los rincones, y además tú le das una vida poética con los objetos con la que la  enriqueces.


    Tener la dimensión total de la arquitectura cuando uno comienza es muy difícil. Mi tarea fue más de servicio que de profesional; siempre me han buscado las monjitas para sus casas y los  curas para los curatos y ésa era una oportunidad para estar activo y  produciendo, a la par de la docencia. Yo hubiera querido ser como los grandes maestros arquitectos del primer mundo, en el sentido de que trabajan su obra y no la dejan, desde el emplazamiento hasta el final.
    En el mundo donde uno se mueve no hay los recursos suficientes, materiales y económicos. Nunca he tenido el carácter para cobrar, no quiero decir con esto lucrar con la arquitectura, me refiero a los honorarios correctos. La arquitectura que yo hago la defino como una arquitectura elemental: resolver los problemas. Yo me formé dentro de la corriente funcionalista, donde estaban los grandes maestros como Le Corbusier, los alemanes y otros; nos guiábamos más por las intuiciones y las admiraciones, no había mayor capacidad para profundizar en las filosofías. 


    Ojalá ahora los jóvenes puedan entender el sentido humano de la arquitectura y el significado para los usuarios de la obra. Los arquitectos debemos ser más humildes ante los deseos de nuestros clientes. En este sentido, la casa ideal hecha por un arquitecto sería la casa vacía.

    Sánchez Juárez prefiere pensar en una arquitectura más bien regionalista, por el clima, la economía, los materiales y los trabajadores que llevan a cabo una determinada construcción. Actualmente, los habitantes de nuestras ciudades pretenden hacer lo que hace el primer mundo “con tecnología de punta que no tenemos, quieren mas lo que brille y que tenga mucho vidrio, pero se desconoce nuestra realidad. Sin embargo, el clamor de algunos jóvenes que escucho es el  de “más ética que estética”. Le Corbusier decía que la arquitectura revela al hombre, que es cultura general. ¡Que hermoso!


    Según este arquitecto, es importantísimo tomar en cuenta nuestras raíces en la arquitectura; no se trata de imitar por imitar, traicionar, sino descubrir la riqueza que nuestro legado nos proporciona. “Otro gran maestro decía que la arquitectura es el hombre mismo, en carne y espíritu. Generacionalmente debo compartir a los otros que si queremos seguir los modelos no debemos perder la conciencia de lo que hacemos, no para imponerles nada sino para recordarles que estamos en la misma nave, porque esta es la casa de todos.”




    El connotado arquitecto Julio Sánchez Juárez y Lechuga, quien fuera maestro de numerosas generaciones en la Universidad Veracruzana durante cuarenta y cinco años, nos relata su experiencia en esta región a partir del temblor de Orizaba en 1973: “En ese entonces trabajaba yo en la Industria de la Construcción (Indeco) y fuimos convocados para tratar de resolver el problema. Muchas casas, escuelas y edificios se derrumbaron, además de los numerosos muertos que esto ocasionó. El reto en este momento era construir la vivienda de emergencia y resolvimos una serie de albergues que se convertían en escuelas quitándoles los elementos intermedios. Fue un éxito porque encontramos los espacios y las unidades de agua en la zona de Río Blanco, que fue la más afectada.”



    Esta ha sido, nos confiesa, la experiencia más grande que le ha tocado vivir; resolver un problema temporal de vivienda en medio de una tragedia humana, donde los más afectados fueron los obreros de la fabrica y sus familias.
    “Las unidades porfirianas muy interesantes que ahí habían se dañaron gravemente, así como las edificaciones históricas que aún se conservaban en Orizaba. Yo estuve en medio de esa situación y no había una cabeza que decidiera sobre esto. ¿Qué hacemos, esta era la pregunta ante la reconstrucción? “
    Pero las autoridades y los habitantes se decidieron por la demolición, un acuerdo sin duda precipitado por las circunstancias: “La gente no quería que se reconstruyera, quería todo nuevo, otra expresión que diera paso a lo viejo. Sin embargo, eran casas buenas, con muros anchos y alturas considerables, con estructuras que tenían un orden. Mas tarde se dio un proceso, pero lo que querían de inicio era que se demoliera. Eso a mí me toca: Como no haber peleado  más ante esa medida; entre mi estado de ánimo y cargar láminas de cartón para llevarlas al monte y auxiliara tosas esas personas…en momentos de crisis no se puede estar en todo. 



    La decisión de demoler fue fatal y los trascabos entraron de inmediato. Sí me toca parte de la cuota de responsabilidad, porque si hubiera tenido en esos momentos una visión más amplia, cuando menos hubiera levantado más la voz para impedirlo. Pero los propietarios y los obreros exigían lo nuevo”. 




    La suma magistral de Sánchez Juárez en relación con una comunidad se resume en su edición de conjunto, producto de su experiencia vital: “Desde que llegué a Xalapa me interesaba más por el proyecto nuevo que meterme a buscar la ciudad, incluso me limitaba en mis recorridos por sus calles. A mi me tocó vivir una etapa muy experimental en la Facultad y tenía la impresión de que todo estaba por  hacerse; Ese fue un periodo muy importante –muy romántico- por todo lo que yo deseaba aportar por todos los problemas de pobreza de la región. Poco a poco, se da ese proceso en el cual uno se da cuenta que falta esa dimensión en la que lo importante es el contexto: La casa y todo el marco de la ciudad. Cuando se llega a cierta edad, se tiene otra visión, y aparecen ya no las metodologías sino las filosofías”.


    Sobre la construcción masiva (la uniformidad) propiciada por la globalización, “¡Pero que monotonía! exclama decepcionado Sánchez Juárez: “A nivel individual uno busca una identidad, un sentido de pertenencia, ese es el gran reto para la arquitectura por venir. No se trata únicamente de talento para hacer escuela; la creatividad debe nutrirse de la cultura, de las riquezas del pasado y de las tradiciones, y tomar lo bueno de eso que consideramos novedoso. No debemos olvidar el diálogo con la naturaleza, eso es vital, no perder la noción de la dimensión humanaron el cosmos.”

    La obra de las fotografías se localiza sobre la calle Corregidora, en un terreno de forma regular con una topografía ac- cidentada. El edificio principal conforma un recinto claustral que alude a aquella gran tradición de la arquitectura religiosa; su jardín central es a la vez lugar de oración y de solaz, y otorga a la edificación tanto perspectiva como una libertad que permite respiro y luz.                                                                                                                                                               
      
    El conjunto consta de la casa central en la que se ubica la capilla, el cuerpo para el noviciado, el área de talleres que aloja la fábrica de hostias, un aula de bordado y la biblioteca.

    "En esta obra la arquitectura funge como portadora de signos, privilegiando en muchos casos las formas geométricas puras, escogidas como correlato de una simplicidad evangélica, adecuada al uso religioso solicitado. También sobresale la selección de materiales y colores que, en su rejuego, confieren el sentido de ascetismo a una arquitectura que expresa los votos esenciales de las congregaciones religiosas. Así, la obra evidencia un manejo diestro en la relación economíatecnología sin demérito de la expresión plástica:

    …buscar una arquitectura contextualizada que dé respuesta a un medio carente de recursos, no siendo este aspecto limitante para explorar el imaginativo utópico que permita proyectar ambientes ideales, con referentes a una inevitable realidad.


    Destaca el valor plástico logrado en sus fachadas, pues con elementos comunes como el ladrillo, el concreto aparente y la piedra, logra un sugerente juego visual cuyo nivel cromático varía conforme pasan las horas del día. En sus composiciones prevalece siempre la expresividad natural de los materiales, conjugados de forma armónica a fin de alcanzar la integración plástica, tan anhelada por los arquitectos. 







    Así, el diseño en cada detalle aparece en todos los elementos del convento, tanto aquellos que se muestran al exterior, como los que miran hacia el interior. Con similares criterios, en 2001 construyó la segunda etapa, que enmarca dentro de la arquitectura funcionalista, seguramente para conservar la unidad del conjunto y porque es esta la tradición expresiva con la que se puede identificar la obra del maestro Sánchez Juárez.







    La naturaleza es primordial en su propuesta, ya que él la considera un elemento arquitectónico esencial, y en especial en este conjunto la hace participar como la creación que envuelve a lo creado. 

    La vegetación dispensa su salud y actúa concertada con la luz, a la que unas veces filtra, y otras, oculta, permitiendo brillos y penumbras que matizan los interiores de los recintos al mismo tiempo que la interioridad del espíritu.




    ¿Cuál es la señal que Sánchez Juárez oculta con esas líneas hechas a base de cuadros? ¿Conforma la Casa de las Hermanas de Santa Teresa de Lisieux un paisaje en sí mismo? Sin duda estamos ante una manera distinta de entender la arquitectura mexicana, que aquí se presenta con maestría. 

    La propuesta de Sánchez Juárez es mostrar que la realidad está signada por el espíritu de quien la vive, contenida en la construcción de un orden abstracto y místico.


    En general, en el convento convergen con acierto la labor creativa del arquitecto y la del pensador, unidas por una misma fuente, misma que ha servido como sendero creativo desde los inicios de la creación artística: la espiritualidad".










    Fuente:
    "La espiritualidad Julio Sánchez Juárez"
    http://www.uv.mx/lapalabrayelhombre/7/contenido/arte/Ar1/articulo1.html

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